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treinta años de reencarnaciones musicales

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la historia de azul prusia

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La primera encarnación de este proyecto nació en 1993 como un trío de compañeros del secundario: Fernando Amisano en batería, Matías Rotstein en bajo y Juan Manuel Candal en voz, guitarra y composición. A diferencia de la mayoría de las bandas escolares de entonces, la energía del grupo pronto dejó de centrarse en quién tocaba qué instrumento para enfocarse, casi obsesivamente, en la búsqueda sonora, a través de una producción rudimentaria pero ambiciosa. Grababan con las viejas portastudio Tascam —de apenas cuatro canales, en cassettes de cromo— para registrar las canciones en formato físico. Si hacía falta un teclado, alguien aprendía la parte. Si se necesitaban coros, se sumaba a quien hiciera falta.

El sonido era una mezcla entre la desprolijidad del garage rock y la ambición del rock progresivo. De esa etapa data la primera versión de Siempre Buenos Aires, que ya contenía la misma armonía, línea de bajo y melodía vocal que la versión actual, aunque con una letra parcialmente retocada años después.

Esa primera banda, llamada Eclipse, no duró demasiado, pero Candal siguió componiendo. Empezó a grabar nuevas canciones con otro amigo músico, Pablo García, también guitarrista. Ya entrados los años 2000, compuso dos bandas sonoras para películas independientes (Equilátero y La extraña naturaleza del amor) y varias piezas instrumentales. La portastudio dio paso a los DAWs, y la grabación comenzó a ser digital.

Entre 2004 y 2005 hubo una nueva etapa de Eclipse, con Elena Massa en guitarras y voces, y Santiago Candal en bajo. En esa época se grabaron demos de una tanda de canciones nuevas, y también algunas antiguas que nunca se habían registrado, como Balada del desencuentro y un instrumental titulado Doppelganger Funk, que recién en 2024 pasaría a llamarse Error fatal en el sistema al incorporarle letra.

En 2013, Candal inició un nuevo proyecto llamado Extraño, orientado a la música experimental, aunque continuó escribiendo canciones más tradicionales que aún no han sido editadas. De esa etapa surge la primera versión grabada de Océanos —incluida luego en el EP de remixes de Anemoia—, prácticamente sin modificaciones posteriores.

Y así llegamos a 2023. Treinta años después de aquellas primeras canciones, Candal decide darle forma a Azul Prusia, un proyecto que asume, sin nostalgia pero con conciencia, ese largo recorrido. Se seleccionaron algunas canciones viejas, otras más recientes, y comenzó la grabación del álbum Manifiesto. Después de tantos años en los que los músicos iban y venían pero las canciones siempre quedaban, Candal comprendió que este era, en esencia, un proyecto de puerta giratoria. Ya no tenía sentido aferrarse al modelo clásico de banda con integrantes fijos: lo importante era abrir la puerta a quienes quisieran sumarse, como invitados, como reincidentes, como parte del tránsito.

Así, Azul Prusia ha contado, cuenta y probablemente contará con voces como las de Denisse Ferrara, Eddie Capparelli, Clara Mailen, Milagros Espin y Laura Alejandro, además del pianista ucraniano Deem Tpbrozs.

¿Y el futuro? Más canciones, más grabaciones, más discos. El mundo de Azul Prusia es más un home studio que un escenario: un espacio íntimo para crear constructos sonoros que inviten a escuchar en soledad, viajando entre paisajes instrumentales y evocaciones líricas. Nuevos invitados llegarán, algunos volverán, otros no. Lo importante es que la música suceda.




La primera encarnación de este proyecto nació en 1993 como un trío de compañeros del secundario: Fernando Amisano en batería, Matías Rotstein en bajo y Juan Manuel Candal en voz, guitarra y composición. A diferencia de la mayoría de las bandas escolares de entonces, la energía del grupo pronto dejó de centrarse en quién tocaba qué instrumento para enfocarse, casi obsesivamente, en la búsqueda sonora, a través de una producción rudimentaria pero ambiciosa. Grababan con las viejas portastudio Tascam —de apenas cuatro canales, en cassettes de cromo— para registrar las canciones en formato físico. Si hacía falta un teclado, alguien aprendía la parte. Si se necesitaban coros, se sumaba a quien hiciera falta.

El sonido era una mezcla entre la desprolijidad del garage rock y la ambición del rock progresivo. De esa etapa data la primera versión de Siempre Buenos Aires, que ya contenía la misma armonía, línea de bajo y melodía vocal que la versión actual, aunque con una letra parcialmente retocada años después.

Esa primera banda, llamada Eclipse, no duró demasiado, pero Candal siguió componiendo. Empezó a grabar nuevas canciones con otro amigo músico, Pablo García, también guitarrista. Ya entrados los años 2000, compuso dos bandas sonoras para películas independientes (Equilátero y La extraña naturaleza del amor) y varias piezas instrumentales. La portastudio dio paso a los DAWs, y la grabación comenzó a ser digital.

Entre 2004 y 2005 hubo una nueva etapa de Eclipse, con Elena Massa en guitarras y voces, y Santiago Candal en bajo. En esa época se grabaron demos de una tanda de canciones nuevas, y también algunas antiguas que nunca se habían registrado, como Balada del desencuentro y un instrumental titulado Doppelganger Funk, que recién en 2024 pasaría a llamarse Error fatal en el sistema al incorporarle letra.

En 2013, Candal inició un nuevo proyecto llamado Extraño, orientado a la música experimental, aunque continuó escribiendo canciones más tradicionales que aún no han sido editadas. De esa etapa surge la primera versión grabada de Océanos —incluida luego en el EP de remixes de Anemoia—, prácticamente sin modificaciones posteriores.

Y así llegamos a 2023. Treinta años después de aquellas primeras canciones, Candal decide darle forma a Azul Prusia, un proyecto que asume, sin nostalgia pero con conciencia, ese largo recorrido. Se seleccionaron algunas canciones viejas, otras más recientes, y comenzó la grabación del álbum Manifiesto. Después de tantos años en los que los músicos iban y venían pero las canciones siempre quedaban, Candal comprendió que este era, en esencia, un proyecto de puerta giratoria. Ya no tenía sentido aferrarse al modelo clásico de banda con integrantes fijos: lo importante era abrir la puerta a quienes quisieran sumarse, como invitados, como reincidentes, como parte del tránsito.

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¿Y el futuro? Más canciones, más grabaciones, más discos. El mundo de Azul Prusia es más un home studio que un escenario: un espacio íntimo para crear constructos sonoros que inviten a escuchar en soledad, viajando entre paisajes instrumentales y evocaciones líricas. Nuevos invitados llegarán, algunos volverán, otros no. Lo importante es que la música suceda.


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azul prusia es un proyecto con acuerdo abierto: cada canción es un experimento, una búsqueda, un encuentro.


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